Piensos compuestos para humanos. Un camino a explorar?


Hablaban el otro día en este blog de la gran calidad de la alfalfa aragonesa, que se exporta a muchos países y en aumento, ya deshidratada y preparada para alimento animal. Hoy me entero que ya están investigando desde hace unos años con harinas de hojas de café para fines gastronómicos en humanos. 

Uniendo ideas similares, es lógico pensar que se debe avanzar en procesos similares, que de cara al futuro faciliten la alimentación humana en todo el mundo.

Si descartamos los transgénicos, todavía nos quedan las harinas de las hojas de vegetales como un camino por explorar. 

Ya comemos puré de pescados hechos con formas diversas y además nos encantan en el plato. Las gulas o el surimi puede ser cualquier cosa menos filetes de merluza o bacalao al pil pil, pero están buenos y tienen muchas aplicaciones. 

Con las harinas vegetales —estoy seguro— se investigará en dos frentes bien distintos. La creación de piensos para humanos, que aunque suenen horrorosos es lo que hoy es el propio surimi o las sopas de sobre, y la fabricación de harinas (otro pienso) a la que buscaremos sentido gastronómico diverso. 

Imaginemos palitos de puré o harinas de acelga, varitas de borrajas con zanahoria, gulas de tomate con hojas de naranjo. Sin contar harinas para crear croquetas o buñuelos sacadas de hojas de parra, de melocotonero o de habas. O bizcochos con sabor diverso y componentes vegetales que antes han sido harinas, es decir, piensos compuestos según los sabores que vayamos admitiendo.

¿Por qué no somos capaces de admitir poco a poco que si se hacen bien, algunos piensos pueden ser la solución incluso sanitaria a problemas crónicos, añadiendo vitaminas o minerales a algunas harinas o productos industriales, MUY BIEN controlados? ¿Qué es la carne vegana de soja?

¿Cómo alimentamos a nuestros animales de compañía? ¿Qué tomas algunos deportistas para controlar su cuerpo? ¿De qué se alimentan los animales que nosotros comemos, como pollos o peces?

Ya se comenta la apertura de los insectos en los mercados occidentales —estuvieron un tiempo corto en algunos mercados españoles— y tras ellos las harinas de esos insectos. No es una locura, es el futuro, aunque hoy nos produzca asco y mucho miedo.