Patatas bravas de Bilbao. Casi un pecado

Hoy he solicitado unas patatas bravas en Bilbao, en la Plaza Nueva que es casi un santuario de bares para quedar prendado de las tapas. Tras unos chipirones sobre una cebolla caramelizada y unos champiñones sobre un filete de jamón tostado, nos hemos atrevido sin saber que estábamos en Bilbao con una patatas bravas

Las patatas estaban bien fritas tras haber pasado algo de tiempo en una cocción corta. Bien. No llevaban mayonesa y el tomate picante, menos mal, lo han servido en un hueco de la bandeja preparado para la salsa sin juntar con las patatas que venían recién hechas y con su justa sal. Bonito. Pero es Bilbao. Aquí según dicen ellos todo es más. Y joder, el picante si que era de Bilbao. Potente hasta hacer llorar y eso que el wasabi o el chipote son conocidos míos. Este tomate estaba extraordinario de sabor si se hubiera dejado, pero venía para hacernos llorar. Era cuestión de mojar poco la patata en la salsa o disfrutar del tomate si se dejaba. Y no se dejaba, que para eso es una salsa de Bilbao. La doble de cerveza se quedó corta enseguida y tuvimos que reclamar un chacolí con urgencia. Eso nos pasa por estar en Bilbao.