Cómo mejorar un vino tinto malo y áspero de forma muy sencilla

Ahora están surgiendo como de la nada mezclas de vino con “algo” anunciando algo novedoso, que a veces lo es, o simplemente algo diferente. Con los vinos se han logrado desde siempre mezclas muy agradables como el zurracapote o de otras bebidas típicas, de la familia de las sangrías, pero distintas.

En Andalucía tienen el rebujito y en Aragón y Navarra, aunque más para los inviernos esos clásicos zurracapotes como en los países del norte de Europa tienen los grog.

Si tu vino tinto es malo, pesado, seco, sin gracia, casi barro, todavía puedes arreglarlo un poco a la hora de servirlo en la mesa. Nadie nos ha prohibido nunca que los vinos no se puedan mezclar y no te creas que al mezclarlos estropeas ambos. Si a un litro de vino tinto de garrafón le añades 50 mm de vermut o vino rancio dulce o seco o vino moscatel o una copita de cava o una incluso de brandy, verás que el resultado ha cambiado totalmente el vino tinto áspero del principio. Una copa por cada litro arregla el vino sin perder mucho del otro vino de más calidad.

Nota.: Para los que no conozcan el vino rancio, no es un vino estropeado, sino una clase de vino que a veces ha pasado por el sol y el aire.

¿Cómo comían en las mesas los romanos?

Os dejo algunas normas y costumbres de la mesa entre los romanos. Modales en la mesa y vajillas, formas o herramientas para comer en el mundo romano. Manteles, servilletas, cucharas, platos, cuencos, fuentes, vasos, y frascos de aderezos para contener la sal, el aceite y el vinagre, similares a los que se utilizan todavía en estos tiempos.

La cocina romana nos ha dejado platos que se siguen conservando en la actualidad con algunos cambios, bebidas como el vino y la cerveza o la sidra que también se bebían aunque no sabían igual a las que actualmente bebemos; panes y al final de las comidas frutas y postres dulces. 

El comedor era también una zona "de estar" de conversar, de intercambiar como en estos tiempos, conversaciones y experiencias. No hemos cambiado tanto y jugar a presentar en estos tiempos comidas romanas no es nada complicado, os lo aseguro.

Chips de verduras fritas, nuevo producto no tan nuevo

Empiezan a venderse por algunas tiendas españolas de alimentación “Chips de verduras” a modo de patatas fritas, aperitivos de diversas verduras, algunas veces con un exceso de sal que hay que evitar, pero en todos los casos como un producto nuevo aunque lleve muchos años comercializándose en otros países del norte de Europa.

Con el mismo concepto que nuestras muy conocidas patatas fritas finas y con diversos sabores añadidos, estas bolsas sirven láminas de boniatos, patatas moradas, zanahoria, remolacha, chirivías, nabo, calabacín, etc. Poco a poco están entrando en nuestras mesas y sobre todo hay que procurar marcas que logren conservar el natural sabor y color de cada vegetal, para diferenciarlos entre ellos a la hora de tomarse. Algo que no siempre se logra. Reino Unido es el país que más comercializa este producto.

Risotto cremoso de setas con queso azul y pimentón

Hoy me han servido de entrada un arroz risotto, algo normal en muchos restaurantes que se atreven más con estos arroces que con las clásicas paellas. Es como si les dieran miedo servir arroces españoles pues son muy comparables y sobre todo porque los arroces melosos aguantan mucho mejor el tiempo de cocción y espera antes de servir o incluso el calentarse tras la terminación del plato según se sirve.

Pero este de hoy era para mi un poco especial. Era un risotto con champiñones y algo de setas, es decir normal, pero avisaban de que era con queso de Picón, asturiano y azul. Y además llevaba un toque muy ligero de pimentón que encajaba bien con la nata. En realidad el queso azul me ha parecido un acierto que tengo que explorar. Ese ligero picor del queso azul acompaña perfectamente la cremosidad del arroz, y le entrega una originalidad que no tiene el queso fundido habitual. El pimentón creo que sobraba aunque fuera muy poco, no le he visto el sentido pues si se quiere cambiar el color, encaja mucho mejor un poco de azafrán como es lógico en nuestros arroces.

Pastel de hojaldre con manzana y queso de cabra

La sorpresa de la comida de hoy ha venido con el postre de un restaurante modesto llamado Cruz Blanca en Santander. Era un pastel de manzana que en realidad era un pastelito de repostería casera, de un hojaldre que habían rellenado de manzana fileteada asada pero acompañada de queso de cabra que se había disuelto junto a la manzana en el horno, fundiéndose en la cocción del hojaldre. La mezcla de queso blanco algo ácido con la manzana también ácida pero en una fusión perfecta de dulce y salado, ha resultado perfecto. El menú era sencillo y barato, y el pastel estaba presentado en su lógica. Pero ese pastelito con unas frutas rojas o unos hilos de chocolate negro ganaría todavía más. Recordemos. El queso de cabra, fundido con la manzana es un acierto

Ensalada Florencia con queso de cabra y olivas negras

Hoy me han servido una ensalada de lo más sencilla pero eficaz en el gusto. La han llamado “Ensalada Florencia” aunque le podían haber puesto otro nombre pues sus ingredientes eran sencillos. Las olivas negras y el queso no es suficiente para ponerle un nombre así de italiano a una ensalada, pero esto es lo de menos.

A unas hojas de lechuga en un lateral del plato le han añadido por encima remolacha 
de conserva en hilos. Lo peor resuelto del plato. Un poco de maíz o de brotes de soja también hubieran encajado y le dan un toque más fresco. 

Por delante del plato han puesto un tomate sabroso cortado en carpaccio o láminas finas, con unas olivas negras cortadas en rodajitas y unos trozos de queso de cabra, todo con unos golpes de orégano que al conjunto le encaja de maravilla. Sal, aceite suficiente de oliva virgen y solo una gotas de vinagre de Jerez. Son cinco elementos sencillos pero con un resultado excelente. El orégano tiene gran parte de la responsabilidad final en el sabor.

Arroz con callos madrileños, rápido y muy sencillo

Los clásico callos españoles, las tripas del cerdo o de los terneros, permiten muchas más variables que ser un excelente segundo plato super sabroso y picante. 

Había escuchado alguna vez que se hacían paellas o arroces con callos e intenté conocerlos de cerca. Puedo decir que es una preparación muy sencillo, diferente y curiosa, pero además efectiva. Probarla y os parecerá una nueva forma de tomar arroz.

Tan sencillo como una lata de callos a la madrileña de calidad para cada dos o tres personas, que calentaremos un poco para separar el caldo de las carnes. Con el caldo de los callos y unas verduras haremos el caldo final de la paella. Las carnes de los calles las cortaremos en trozos pequeños y todos iguales.

Refreiremos en una paella un puerro picado fino y un ajo en láminas, añadiremos el arroz para que se refría un poco sin tomar color y añadiremos el caldo como en todo tipo de arroces. 

El doble de caldo que de arroz. 

Cuando empiece a hervir todo el conjunto bajaremos el fuego y añadiremos las carnes de los callos, son su chorizo, morcilla, tocino, etc. troceado. Dejaremos todo el conjunto los 18-20 minutos de obligación. Taparemos con un trapo 3-5 minutos la paellera para que repose un poco y a servir.

El éxito de este arroz está en la marca y calidad de los callos, pues el caldo es fundamental como en todo tipo de arroces. Si sale picante, miel sobre hojuelas, mucho mejor.

Orujo gallego casero con miel para que la garganta no sufra

Desde Marín en Pontevedra me dieron esta semana una botella de orujo casero, de ese que pasa por alambique particular y que siempre hace para toda la familia algún cuñado habilidoso. Un regalo de vida, de agua de vida.

No se sabe nunca cuántos grados de alcohol tienen los orujos caseros, no lo marca la botella anónima, si acaso el paladar al entrar en contacto el alcohol con la carne. Casi diríamos que es como el alcohol de curar, pero en sublime.

Los sabores a madera se mantienen en la boca hasta el día siguiente mientras que en la lejanía se palpan algunos recuerdos de hierbas indeterminadas para un lego en la materia, posiblemente fruto de la propia uva. Es un orujo joven, transparente hasta parecer que no es, pero con unos sabores que no había encontrado en otras bebidas parecidas o en orujos comerciales. Pero no hablo de matices sino de sabores totalmente alejados de lo que se vende embotellado con etiqueta. Un lujo, efectivamente.

Para rematar la faena probé una tontería que me ofrecieron en un bar de La Coruña hace un mes. Añadí al chupito de orujo una cucharadita manchada de miel de encina y lo mezclé. Sublime mezcla complementaria que además sirve para que la gargante aguante mejor la fuerza del orujo en personas no gallegas o no acostumbradas a bebidas tan potentes.