Sopa castellana con el huevo escalfado en su punto

Hoy me han dado en una tasca de Madrid una sopa castellana de ensueño. Puede parecer un plato sencillo y fácil, pero nos equivocamos pensando eso, pues la mayoría de las veces nos sirven o vender sopas castellanas insípidas y aguachirris, sin que en realidad pasen de ser una sopa de pan con ajos.

Al recibir la tartera he visto enseguida que aquella sopa castellana no iba a ser de mis preferidas por la forma del pan. Pero el error ha sido claro. Llevaba su jamón y sus trozos de chorizo, su poco de pimentón, sus ajos finamente laminados y fritos, y sobre todo y además de un buen pan en rebanadas, su huevo escalfado con la clara cuajada y la yema líquida. 

El huevo es más de la mitad de la sopa de pan, de ajo o castellana, que según zonas y con algunas variables, solemos llamar a un plato muy parecido, ancestral, viejo y de cocina de leña. El huevo NO debe estar duro, debe estar en su punto para que al romperlo en la propia sopa se disuelva su yema con la sopa muy caliente, mientras vas rompiendo las rebanadas de pan. El caldo debe ser sabroso, sin duda y su otra mitad, pero debe quedar algo grueso cuando se mezcle con la yema del huevo. En algunos lugares el poco de pimentón dulce lo mezclan con un poco de pimentón ahumado o incluso con pimentón picante. No sabría decir cual me gusta más. El de hoy era con una parte de pimentón ahumado.