Los marrón glasé es una delicia de postre de otoño e invierno. Que por cierto en Navidad se emplean también como un complemente para los turrones. En realidad son castañas confitadas que ya se conservaban hace miles de años en miel desde épocas griegas, como unos bombones sin chocolate efectivamente, castañas que se trataban al igual que se hacía lo mismo con dátiles o higos.
El sistema de cocinar las castañas es lento y cuidadoso. Se pelan tras darles unos cortes en la piel y poner en agua hirviendo para escaldar las castañas y poder pelearlas con cuidado tanto de la piel gorda como de la fina. Tras estás ya peladas se pone agua a cocer con azúcar o miel o una mezcla de ambas (al 50% de agua y azúcar o miel) y se echan las castañas a cocer 5 minutos. Se retiran del fuego y se deja enfriar y se vuelve a cocer otra vez, así hasta entre 4 y 6 veces.
Al final se glasean con un almíbar sobre el que se bañan las castañas, mezcla de azúcar y un componente añadido para darle un sabor avainillado o de canela o de anís. Y efectivamente, si los compramos, salen caros, pero hay que reconocer que es una delicia de receta ancestral, que se saborea si no se sabe el coste que hemos tenido que pagar. Incluso sabiéndolo.