19.5.25

Debate sobre el Estado de la Garnacha 1: Rioja Baja


El primer fin de semana de junio se celebrará en la Arboleda de Macanaz de Zaragoza una nueva edición del rotatorio europeo Festival Internacional de la Garnacha.

Este soto de ribera artificial que en la Guerra de la Independencia ubicó una fosa común para más de diez mil muertos ejecutada por los invasores para evitar la propagación de enfermedades en la Zaragoza que nunca se rindió. Anónimos resistentes a quienes se ha dedicado una escultura de Gazol en su extremo oeste de la arboleda.

En el espacio concebido por el albaceteño político destinado a Zaragoza Melchor de Macanaz recientemente se ha plantado una pequeña parcela de garnachas que sí tienen mucha más relación histórica con Aragón que tantas ocurrencias que se ejecutan por el Ayuntamiento. Además de que el actual parque es atravesado por la GR del río y contiene especial indicador kilométrico de la distancia a Deltebre y Fontibre y una minimal aunque suficiente fuente en la que pequeños chorros representan a los afluentes del río padre principales de sus dos márgenes.

Nuestra ciudad opta a convertirse en capital mundial de la garnacha para, nuevamente, fomentar más y más visitantes que tengan a la hostelería y cierto comercio contentos. Porque vamos hacia eso, las sensaciones sin reflexión. Cuando la irregularidad en la hostelería zaragozana campa, siendo una ciudad en que las tapas no son precisamente sensacionales porque se renuncia a la base a cambio del top, cuestión que le encanta a nuestros actuales regidores.

No parece apropiado que Aragón se apropie la garnacha pues por especificidad y características distintas regionales, cada suelo es un mundo (un terroir que dará o no calificación de cru), existe una amplísima paleta en los vinos fermentados a partir de esta uva. Sin discusión, eso sí, la reina por resistencia a las heladas tardanas y el clima continental seco de las viñas aragonesas.

Demos un paseo por el mundo hasta esa fecha para disfrutar de otros vinos producidos a partir de la garnacha, soberbios, y así resaltar por qué Borja se atribuye ser su imperio, el Matarraña la borda con sus subespecies propias, Calatayud resalte la condición heroica de sus vinos o Cariñena matice que su garnacha es el producto del zumo de sus raíces enroscándose en sus piedras.

A ello llegaremos como colofón: por qué es tan extraordinario y aún desconocido este varietal para los propios aragoneses. Muchos de ellos todavía tienen en el recuerdo que no lo pedirán por tratarse de un vino peleón, fuerte y áspero, relacionándolo con aquellas compotas de vino de 18 grados que se trasegaban en el Tubo con el propósito de directamente alegrar y preparar el garganchón para una jota.

Empezaremos por nuestros vecinos riojanos.

Confieso que, excepto determinados grandes vinos de Haro hoy a precios casi prohibitivos y los vinos de garaje de San Vicente de la Sonsierra, llevaba lustros huyendo de pedir o comprar Rioja crianza de los medianos, por excesivamente amaderados. Claro está que a mí no me pretenden satisfacer los vinateros riojanos sino a sus mercados que directamente piden vino por su apellido de ubicación o supuestamente afinado por un marqués o un barón de Valencia, Madrid o Bilbao. Y ya les ha ido bien presentándoles un vino incluso a veces rebajado con un poco de blanco, muy afrutado en dirección al sabor de cereza con su color rojo picota y algo amaderado como un perfume. Pues el olor siempre les ha importado mucho.

Sin embargo la pérdida de mercados por excesivo conservadurismo les ha obligado a espabilar, puesto que los blancos gallegos casi dulces, los secos castellanos, los tintos mayestáticos y profundos de Ribera o sedosos de Murcia y la revolución de la garnacha hacia su refinamiento en Aragón les estaban comiendo el terreno. Hallándose en mitad de ninguna parte en calidad precio, han quitado madera y torrefactado a sus crianzas intermedios y llevan un tiempo no poniendo todos los huevos en la cesta del tempranillo.

La Rioja Baja, antes en la denominación por caridad y política, se está convirtiendo en la espoleta de una revolución que ya hoy ha puesto en valor su territorio, su mineralidad y condiciones tan cercanas a la de la Celtiberia aragonesa en bancales y pagos diferentes. Ello ha dado lugar a impresionantes monovarietales riojanos en garnacha y su uva cabernet propia, la untuosa Maturana. Tan terrosa como el shiraz y más sutil en sabores, aporta vinos de un olor extraordinario y frescos por mentolados.

Del mismo modo que los aceites de ese feliz lugar en el mundo que es el valle del Cidacos como pasa con los del Moncayo son sensacionales. Uno de los mejores que he probado es una paleta compuesta por adición a una base de jugo de empelte de olivos centenarios de porcentajes pequeños de olivos de arbequino, negral y las propias redondal y machona para obtener un oro líquido enverdecido.

En materia de vinos nuevos con personalidad, existen revolucionarios bodegueros al norte de Calahorra y en el vecino valle del Alhama, en Cervera como en el Alfaro, que piensan que a la garnacha le queda un relato y una batalla que dar.

No en vano es la que ya se ha ganado en los pagos de altura del Sistema Ibérico zaragozano y que consiste en aproximarla en delicadeza, finura, virarla en tratamiento, hacia vinos de color violeta. Lo que se consigue en parte adelantando la vendimia unos cuantos días para producir mostos de gradación más contenida, frescos y hasta florales. Estando en lo cierto en profundizar sobre que los caldos de garnacha, se demuestra con los excelentes cavas de Cariñena, se comporten como redondos y sutiles vinos finos de Borgoña lo que ampliaría sus degustadores hasta el infinito, los acercaría a consumidores a los que se puede estar renunciado por orgullo.

Así, llevar la uva hacia las características de los suaves y aromáticos vinos de pinot noir es multiplicar por tres el precio del vino. Dejando un poco de lado al californiano Parker que solo puntúa con más de 90 un vino cuando lo considera un bálsamo o compota.

Sin renunciar al resultado de vino sedoso que se consigue, como se demuestra en las viñas de moristel de la Penibética, con el intangible de las largas horas de insolación de las que carece la Rioja Alta, regada por tormentas cantábricas. Especiales y amplias de matices me parecen los vinos a partir de garnacha de Aldeanueva de Ebro y Tudelilla, a un paso de las pereras de más calidad del mundo: las de Rincón de Soto.

La comarca se está especializando asimismo en aromáticos tempranillos blancos y buscando sutiles vinos dulces.

Todo ello tuve la oportunidad de degustarlo con un simpático y sencillo despachador de grandes vinos del oriente riojano, José María Sáenz de Tejada, en su imprescindible vinoteca “La Antigua Vía” de Arnedo. No me extraña que me asegurara la enorme cantidad de pedidos de estos nuevos vinos de Rioja que le solicitan particulares fuera de España. Degustadores que ya no piden Rioja, sino que le encargan una selección de blancos y tintos diferentes y especiales fuera de las grandes marcas que presentan cada añada vinos de idéntico perfume.

Ambos convinimos que la añada 2025 va a ser histórica por mentolada y balsámica. No para de llover, agua llama a agua como dinero a dinero, y los manantiales y regatos ibéricos bajan de lado al lado con un reservorio de agua subterránea mineralizada para varios años. Lo que perderemos en cerezas dulces o vinos de tempranillo menos maduros lo vamos a ganar en garnachas de las de una vez cada medio siglo. Aviso para navegantes y amantes de los vinos de Celtiberia.

19.05 Luis Iribarren