Sin tomate no hay cocineros, sin un buen tomate en la
despensa no es posible sentirse un manitas en la cocina. Este dicho es muy
viejo y tiene gran parte de razón, pues el tomate, fruta roja por excelencia,
es sumamente útil para muchos platos.
Incluso cuando en las casas pobres de los pueblos no era
posible comer jamón o carne, se decía que los tomates con simplemente un golpe
de sal cubrían la necesidad.
El tomate con sal y una chorrada de aceite de oliva resulta,
si el tomate es bueno, una delicia. Pero por desgracias ahora tenemos muchas
clases de tomates y pocos sabores. En la misma medida en que crecen los tomates
de colores y de nombres raros, menguan los sabores a tomate. Mientras la piel
del tomate baja de espesor nos quitan también el sabor hasta dejarnos algo insípido
al que hay que añadirle salsas.
Quedan algunos tomates cogidos rojos y que se venden en
algunas tiendas de productos directos del campo. Queda poderlos tener en grandes
macetas en terrazas. El sabor es totalmente distinto.
¿Qué por qué se le llama tomate? Pues dicen que en legua
azteca a esta fruta se le llamaba “tomatl” que significaba “fruta de agua
hinchada o gorda”.