Los bocadillos españoles son un plato rápido que empleamos
poco en nuestra gastronomía, tapados por la clásica comida rápida de
inspiración americana, por los sándwich o por los más modernos servicios de
tapas de la excelente cocina española.
Pero hasta hace un par de décadas era muy habitual el
bocadillo como plato rápido en bares e incluso pequeños restaurantes españoles.
El clásico bocadillo de tortilla de patata con pimientos o
no, picantes o no, con anchoas o sin anchoas. El de jamón con o sin queso. El
de atún con cebolla pochada. El de diversas tortillas, bien de chorizo,
champiñones, atún o espárragos. El clásico bocadillo de calamares picantes o no
pero con un toque de salsa mayonesa. El de pechuga de pollo o el pepito de lomo
o ternera. Y el de un buen jamón sobre una cama de tomate natural. Son ejemplos
simples que se podrían renovar.
Hoy sería más lógico acudir a los mini bocadillos. Pequeños
panecillos abiertos con unos componentes jugosos o con el añadido de alguna
salsa que los realce. Fríos o calientes, de paté, de carne picada suelta con
algún añadido, de tiras de pollo asado con pimientos del piquillo, de tortilla
y aguacate, de ensalada César, de salmón ahumado con eneldo y unas gotas de
aceite de oliva, de jamón cocido y queso fundido al grill, de sobrasada con
miel, de caballa con pimientos verdes o de calamares en salsa americana.