Hoy en Zaragoza se celebra San Valero, nuestro patrón religioso, que nos lleva a una comida familiar con roscón incluido en los postres. Postre casi ancestral aunque no es tan antiguo.
Todos sabemos lo que es un roscón, pero tras soportar desde hace unas décadas que nos lo llenaran de nata (antes eran sin relleno que no fuera el juguete de regalo), ahora les ha dado a algunas pastelerías con aplicar experimentos de I+D+i, hasta lograr “otra cosa”. Siguen siendo redondos y con agujero, pero puñetas, hay cosas que casi es mejor no “menealas”.
La masa del roscón debe ser masa de roscón, con su agua de azahar y su peculiar textura suave, casi de bollo. Debe tener frutas escarchadas en láminas por encima decorando el roscón y no añadir almendra picada en vez de las frutas. Y sobre todo no sé, pero la trufa o la crema como relleno es una gran novedad pero desvirtúa el roscón. Que sí, lo admito, los gustos están para comprarlos y consumirlos. O no. Pero casi con asuntos tan viejos y metidos dentro del recuerdo de cada uno, jugar con cambiar los sabores joroba.
Uno no se compraría nunca un roscón de crema que estuviera adornado con frutos secos, pero si vas de invitado tienes que decir —Muy bueno, diferente, exquisito, qué curioso. Pero para crema ya tenemos las maravillosas brevas.
Y pensar que algunos experimentos, casi, casi, es mejor con las magdalenas o con las tortas abizcochadas. O con el desempleo, que peor no pueden irnos las ideas que planteamos. Os dejo una imagen con exceso de frutas escarchadas por encima, para compensar el bizcocho duro con almendras que me han dado hoy.