Vamos a partir de una lata de sardinas pequeñas de las más simples, de las de menos de un euro. Sencillas y en aceite de oliva. Marca blanca.
Al presentarlas hay que trabajar en dos direcciones. La primera poner en la base una salsa añadida que cambie los sabores ligeramente para enriquecerlos.
En un bote de cristal o similar pondremos el caldo de la conserva y le añadiremos unas gota de zumo de limón, unos golpes de pimienta recién molida y unas gotas de licor. Agitamos muy bien el contenido del bote cerrado y ya tenemos un caldo distinto como base de la conserva.
Si en vez de este añadido le ponemos junto al caldo de la conserva unas gotas de tabasco, o de salsa de yogurt o de salsa de mostaza, un poco de mayonesa, tendremos diferentes salsas de base.
Junto a la sardinas le ponemos unos variantes, o un poco de pimiento asado, unas patatas fritas, medias patatas asadas de las pequeñas, unos tomates cherry, unas cebolletas pequeñas y asadas, incluso medias nueces como complemento. Y al final habremos logrado un aperitivo de lo más fácil y sencillo, que asombrará al poner en valor una conserva sencilla.