España es país de croquetas, de maravillosas croquetas que no siempre ponemos en su justa importancia, siendo si se hacen bien, un plato maravilloso y de gran calidad.
En la imagen podemos ver parte de las que ofrecen en un bar muy conocido de Zaragoza, hechas por ellos mismos y no compradas congeladas de catering —que son la mayoría que se venden como propias— y que además te fríen en el momento de pedirlas. Más ya no se puede pedir.
Recién hechas, crujientes por fuera y casi caldosas por dentro, ojo, bien hechas pero suaves y casi líquidas en la bechamel pues ese es el punto correcto, que la salsa bechamel de base sea suave y no un ladrillo. Y que estén bien cocinadas por dentro, por eso en el caso de las congeladas siempre se recomienda dejarlas descongelas antes de freírlas a unos 180 grados de temperatura, mejor en aceite de oliva.
Aquí vemos croquetas de tomate tres texturas, de merluza y gambas, de rabo de toro (será de vaca) de pincho andaluz o de espinacas y queso azul con frutos secos. Gruesas, potentes, con ganas de ser "comidas" con una buena cerveza. Pero insisto en el punto del principio. Las croquetas como plato ya español (nacido en Francia pero allí mucho más pesadas y duras) es un bocado de lujo.
Nota.: Ya sé que la imagen es muy mala, pues no pude hacer nada mejor. Lo siento.