A veces llamamos sándwiches a lo que desde siempre hemos llamado en castellano emparedados. Pero parece que a las cosas si les cambiamos el nombre resultan mas modernas. Los emparedados llevan entre nosotros mas años que el pan de emparedado al que conocemos mejor con el nombre de una marca: Pan Bimbo. Antes de que existiera ese pan en rodajas finas, ya existían las hogazas y para ir al trabajo se preparaban bocadillos cortando rebanadas del pan de hogaza y se rellenaban de carnes o similares.
Todo tiene una técnica, muy vieja por cierto. El pan, mejor si era del día anterior o con dos días de tiempo para que se mantuviera algo terso, se untaba de mantequilla (hoy de aceite) y entre dos rebanadas se ponía carne desmigada pero sin hueso, ni pieles, sin ternillas o nervios ni nada que no fuera una carne ya limpia.
También se podía poner unas lonchas de queso, fiambre, jamón, atún, tomate, pepinillos, anchoas, o incluso algún pescado hecho a la plancha o rebozado. Poner salsa por encima es ya entrar en el mundo moderno de los emparedados combinados. Hoy parte de la humedad se logra añadiendo al emparedado algo de lechuga, de ensalada o rodajas de tomate.
En aquellos tiempos viejunos no había papel de aluminio ni similares, papeles limpios de cocina, pero algo imprescindible es mantener la humedad del emparedado. Por eso se envolvían en una gasa o tela suave ya preparada para ello, que se usaba algo húmeda para incluso ablandar el pan a la hora de tomarlo. Una servilleta algo húmeda podía servir perfectamente. Era comida de trabajo en el campo que luego se convirtió en comida de excursionistas.