
En mi casa de compraba de dos en dos y de tamaño grande como el de la imgen, pues los había de la mitad de peso.
Mi padre lo desmenuzaba (nosotros le ayudábamos, algo que hoy es cuando menos pecado) para limpiarlo de palitos y desmenuzar los trozos grandes. En una caja de puros viejo, guardaba el tabaco del que sacaba para el día a día hacia una petaca de piel negra más que sobada.
El olor era embriagante, y si, lo siento, nos gustaba oloer el tabaco aquel, siendo unos niños.
Nunca he fumado. Bueno miento, alguna pipa y no más de un par de paquetes de cigarrillos en toda mi vida. Ahora no podría, pero nunca me ha llamado el cuerpo. Pero respeto a los fumadores, tal vez por aquellos años de excelente sabor, olor y recuerdo.