Si España es una potencia turística, lo es por varios motivos. Su clima, su infraestructura, su cultura, su historia. Pero también su gastronomía. Y eso no siempre se cuida lo suficiente, algo que parece no tener importancia cuando sobran clientes, pero que hay que cuidar mucho más cuando otros países quieren ser también potencias turísticas y empiezan a quitar clientes a España.
No es de recibo que hoteles de cuatro estrellas en España den comidas insípidas, fuera de temperatura, sin gracia, repetitivas en sus bufett, con exceso de patata y pasta, etc. El precio es el condicionante, así que hay que analizar el todo.
No se debe generalizar, sin duda, pero con que haya varios hoteles de cuatro estrellas, repito, con esta calidad hacia sus turistas…, trasmitimos una imagen no correcta que pagaremos más pronto que tarde. Tal vez no deben ser de 4 estrellas.
El turista solicita una gastronomía sencilla incluso, pero bien realizada, que le sorprenda, en su temperatura (no helada), y con los sabores que son lógicos.
Si ofrecemos para desayunar, comer y cenar tortilla de patata mal hecha (entre 5 a 7 posibles platos) nos equivocamos. Si está helada y es una pared de ladrillos nos volvemos a equivocar.
No se puede ofrecer un brócoli insípido porque ha salido de una bolsa de congelados, y tras pasar por no se sabe donde, no le hemos puesto ni una simple vinagreta para una ensalada verde que con poca idea podría ser un buen plato.
Nos tenemos que poner las pilas en la gastronomías básica de las zonas turísticas y cuidar más las cocinas si queremos seguir compitiendo con la calidad como mejor referente. Sobre todo en hoteles de cuatro estrellas, aunque sean de playa. No es lo mismo cuatro estrellas que tres estrellas y si no sabemos diferencias hay que hacer más cursillos de Formación Profesional.