Media hora antes de empezar la comida, tomar un botellín de agua con gas
Evitar las grasas procedentes de la carne, sustituyendolas por pescado si puede elegir el plato principal
Optar por asados al horno o a la plancha, en lugar de por platos de fritos
Comer más frutas y verduras (sin prescindir de la piel)
Alimentos integrales con alto contenido en fibra que ayuda a no absorber parte de la grasa y el colesterol que se consume en la comida
Evitar atracones, y dejar de comer en cuanto en una gran comida sientas que el propio estómago te está pidiendo que frenes.
Probar de todo, pero servirse pequeñas cantidades en el plato, a ser posible pequeño
Hacer comidas intermedias (pero no picotear) a media mañana y en la merienda. Recuerda siempre la regla de las cinco comidas.
En el alcohol son todo calorías vacías que se transforman en grasa y luego no hay quien se las quite de encima
Tomar infusiones digestivas y depurativas tras las comidas excesivas, para favorecer la digestión
Compensar las comidas abundantes con otras muy ligeras en los días posteriores. Una buena dieta depurativa al día siguiente, ayuda mucho
Evitar consumir pasta, arroces o legumbres porque son alimentos muy energéticos que el cuerpo no tiene tiempo para metabolizar
No utilizar mantequillas para cocinar, sino aceite de oliva, que nos aportará ácidos grasos esenciales frente a las grasas saturadas de la mayoría de mantequillas
Cambiar los patés y hojaldres que tradicionalmente ponemos de aperitivo en algunas comidas, por mariscos, embutidos magros o verduras
Sustituir las patatas fritas y aperitivos industriales por aperitivos de vinagre o de verdura. O literalmente “pasar” de los aperitivos
Evitar las salsas que lleven ingredientes como nata, mantequilla y queso, para no añadir más calorías al cuerpo
En los postres, mejor chocolate negro que los clásicos dulces que llevan frutos secos, azúcares, grasas y harina refinada
Como menos, así de sencillo. Menos cantidad, menos salsa, nada de pan, menos de todo lo que nos quieran servir