En la actualidad hay típicas croquetas en las gastronomías de medio mundo, desde Japón a Francia, Holanda o Alemania. Pero hay que reconocer que como las croquetas de España muy pocas, por sabor y tipo de fritura.
En los tiempos antiguos se hacían de carne de ternera, de cordero, de cerdo o de gallina. Se picaba muy fina, se refreía en sartén ligeramente sobre manteca y se apartaba del fuego en donde se añadía harina a la masa y se revolvía.
Se ponía entonces leche y se volvía la sartén al fuego hasta lograr que se mezclaran todos los ingredientes, con sal y sin grumos, refriendo la carne con harina y lecha hasta obtener una masa espesa, sin dejar de remover para que no se pegue y añadiendo al final una ramita de perejil muy finamente picada.
Ahora la croqueta se sirve mucho mas líquida pero en los inicios la masa era muy espesa, tanto que se debería quedar pegada en la cuchara sin que al levantar se cayera de la misma.
Repito que hoy se sirve la masa mucho más líquida y ese es parte del encanto, un bombón que se disuelva en boca. Antiguamente una vez terminado de cocinar la harina y la leche y ya fuera del fuego se añadía uno o dos huevos batidos para darle algo más de jugosidad.
Se dejaba enfriar, se formaban las croquetas con la mano (ahora con cuchara) y se pasaban por harina, huevo batido y pan rallado en este orden para freírlas luego en abundante aceite con poco sabor pero muy caliente.
Se dejaba enfriar, se formaban las croquetas con la mano (ahora con cuchara) y se pasaban por harina, huevo batido y pan rallado en este orden para freírlas luego en abundante aceite con poco sabor pero muy caliente.