El otro día hice un arroz meloso con longaniza picada muy fina y queso azul, lo que parece un plato o una receta de lo más curiosa. Si a ese arroz meloso le añadimos para darle originalidad un puré muy clarito de calabacín como líquido para cocer el arroz, la cosa parece complicarse solo un poquito. Dicen que es mejor calabaza naranja, pero yo elegí calabacín casi con toda la piel verde.
En realidad los arroces se basan todo ellos en un refrito, un caldo que es lo que aporta la humedad y unos sabores e ingredientes "extra" que son los que le añaden personalidad.
Se refríe unos dientes de ajos muy picados junto al arroz y a la vez que la longaniza bien picada, y cuando todo está en su punto —el arroz queriendo cambiar de color y la carne ya hecha— se le añade un vaso pequeño de vino blanco para que empiece el juego de los sabores con un líquido.
A continuación se le va añadiendo el puré de cebolla y calabacín bastante caldosa que habremos hecho antes cociendo unos 20 minutos las dos verduras, para darle textura y melosidad al arroz y que se vaya cociendo.
Cuando falten cinco minutos —es decir cuando lleve unos 12 minutos en total de cocción el arroz— le ponemos por encima unos trozos de queso azul. Y aquí puede elegir el que más te guste. Desde un gorgonzola a un cabrales o a un francés o alemán. Se fundirá con el arroz.
Dejar terminar y reposar todo el plato que debe quedar meloso, no debe ser seco como la paella y a servir con un buen vino a gusto del cocinero. Desde un tinto del año a un rosado con algo de bodega o un blanco con sabor.