Me gusta conocer los menús que se servían hace muchos años, para celebraciones de alto copete. Es una manera de volver en los años a conocer la forma de alimentarse, de cocinar, de intuir con qué disfrutaban en la mesa los grandes hombres de aquellos años. No olvidemos que por los anteriores siglos las mujeres acudían a los restaurantes en mucho menor número que en la actualidad.
En este almuerzo de 1917, dado en el Casino de Madrid, se servían unos entremeses que generalmente eran fríos, unos huevos a la Perigord (que son huevos al horno con jamón y un poco de trufa para darles sabor y aroma), un salmón Maitre d’hotel (cocido al horno con manteca, limón, perejil y pimienta), Solomillo a la Godard (con una salsa oscura, tipo española, con jamón y zanahorias), capones asados al jugo, ensalada de legumbres, mout frappé a la vainilla (que debía ser un café frío con vainilla en copa alta) y de postres finales quesos y frutas.
Menú contundente, amplio, para estar unas horas ante la mesa y eligiendo diversos platos, pues parece casi imposible comer de todos y que nos indica que aquellas comidas estaban preparadas para estar 3 ó 4 horas disfrutando de las compañías, terminando con copas y habanos, que era su final lógico.