No era bueno en el año 2008 y no lo es nunca para la cocina española este enfrentamiento algo absurdo entre comida sana y comida moderna, no tanto de fondo como de formas. Ningún cocinero, estoy seguro, aprueba el uso de productos químicos indiscriminados en la cocina, y todos apoyan sin fisuras la cocina mediterránea.
Todos. Incluso los que utilizan técnicas en la cocina que a veces parecen de laboratorio químico. ¿Y no es física y química lograr que un producto duro y soso termine blando, meloso y lleno de sabores? ¿No lo es convertir a las uvas en cava o en moscatel?
Por eso hay ciertos comentarios que sobran, por las formas y por no decir toda la vendad de su pensamiento.
El número de productos químicos que día a día consumimos todos en la actualidad, es abusivo. Y en muchos casos, sin saberlo, ni en el tipo ni en la cantidad.
Por mucha química que lleve un plato de la nueva cocina, es a lo largo de la vida de un consumidor un ligero soplo comparado con lo que tomamos entre la carne, la bollería, los productos enlatados, las sopas preparadas, etc, etc.
No se salva ningún producto industrial. Y de esos tomamos todos, muchos todos los días. Pero tampoco sabemos qué productos comen los animales que luego entran en nuestra alimentación, ni las medicaciones que constantemente están tomando para llegar sanas al matadero.
Y efectivamente, todos deberíamos exigir cuando menos, el saber qué es lo que comemos. De nada sirven unos números en una lista de ingredientes errónea, porque no sabemos la cantidad ni el tipo exacto. Sabemos que hay un control sanitario, pero basándose en criterios de consumo produnte y posiblemente sin valorar lo que resulta de la suma de día a día y de producto más producto.
Creo que la cocina española ha sufrido un golpe que otras cocinas importantes han sabido recoger y devolver con fuerza, y es una lástima que un error se haga pasar como un grito a favor de la libertad de opinión, que sin duda todos tenemos. La imprudencia es un error que se debe evitar.
Todos. Incluso los que utilizan técnicas en la cocina que a veces parecen de laboratorio químico. ¿Y no es física y química lograr que un producto duro y soso termine blando, meloso y lleno de sabores? ¿No lo es convertir a las uvas en cava o en moscatel?
Por eso hay ciertos comentarios que sobran, por las formas y por no decir toda la vendad de su pensamiento.
El número de productos químicos que día a día consumimos todos en la actualidad, es abusivo. Y en muchos casos, sin saberlo, ni en el tipo ni en la cantidad.
Por mucha química que lleve un plato de la nueva cocina, es a lo largo de la vida de un consumidor un ligero soplo comparado con lo que tomamos entre la carne, la bollería, los productos enlatados, las sopas preparadas, etc, etc.
No se salva ningún producto industrial. Y de esos tomamos todos, muchos todos los días. Pero tampoco sabemos qué productos comen los animales que luego entran en nuestra alimentación, ni las medicaciones que constantemente están tomando para llegar sanas al matadero.
Y efectivamente, todos deberíamos exigir cuando menos, el saber qué es lo que comemos. De nada sirven unos números en una lista de ingredientes errónea, porque no sabemos la cantidad ni el tipo exacto. Sabemos que hay un control sanitario, pero basándose en criterios de consumo produnte y posiblemente sin valorar lo que resulta de la suma de día a día y de producto más producto.
Creo que la cocina española ha sufrido un golpe que otras cocinas importantes han sabido recoger y devolver con fuerza, y es una lástima que un error se haga pasar como un grito a favor de la libertad de opinión, que sin duda todos tenemos. La imprudencia es un error que se debe evitar.