
Hace unas pocas décadas, la fruta era algo que no engañaba. Las peras, las fresas, los melocotones o las cerezas sabían año tras año a lo mismo. Ahora saber a cualquier cosas menos a los recuerdos que tenemos.
Estas cerezas están duras, casi diría que muy duras si se comparan con las que compramos. Están ácidas, pero a la vez muy dulces porque las han dejado madurar en el árbol hasta el momento de la recogida. Mantienen todo su sabor y tienen añadido el azúcar natural de la maduración.
Son gratuitas, porque me las han regalado desde el árbol a la mesa, y es en estas ofrendas en donde todavía podemos recuperar algunos sabores casi perdidos.
La globalización de los mercados ha provocado el tener que adelantar la recogida para que no se pase la fruta en los almacenes, y con ello la pérdida casi total del sabor.
Ya no es fruta de verdad, es un producto con la forma y el color pero SIN SABOR. Y eso si, a precios como si fueran de verdad.