Para la comida de Navidad nada como empezar la reunión familiar con una contundente y
caliente sopa de marisco. Si para la cena de Nochebuena hemos preparado un
pastel de pescado, con el agua de cocer los pescados ya tenemos una excelente
base para añadir al gusto un poco de tomate frito, unas almejas, una nécora y
dejar cocer junto a un poco de puerro y media zanahoria como unos 15 minutos
hasta lograr un excelente caldo de pescado. A partir de aquí hay varias
posibilidades. Desde picar finamente la carne de la nécora, la gambas y las
almejas y añadirlas a la sopa que se sirve sola sin pasta. O bien no añadir
nada del pescado cocido y poner una lluvia fina de pasta. O incluso pasar por
la batidora el puerro y la zanahoria y hacer una ligera crema.
De disfrute para la novedad, unos patés de pato, algo de
falso caviar del baratito, una crema tipo paté de pimientos del piquillo, otro
paté tipo antipasto italiano de berenjena, tomate y aceitunas para terminar con
unas anchoas en salmuera de las de Gerona muy bien limpias de sal y puestas con
una chorradita de aceite de oliva y unas gotas de vinagre muy suave. Junto a todo ello, una buena representación de diferentes panes para servir con los paté.
Para terminar, y como estamos en tiempos de crisis económica, hay que recurrir a un plato barato que nos traiga algunos recuerdos familiares. Unas simples codornices escabechadas con
olivas de Caspe partidas y fuertes, para darles un sabor de campo. En mis
tiempos de niño se vendían en los mercados tordos con sus plumajes y mi madre
los hacía guisados con aceitunas que junto al sabor de la carne del ave que
contenía ese sabor fuerte del tomillo y de las aceitunas que comía, le confería
un contundente sabor que no había que preparar mucho pues con un simple guiso
sencillo de tomate muy diluido ya bastaba para lograr un plato muy sabroso.
De postres nos dejamos llevar por las sobras de la
Nochebuena.