Hubo tiempos no tan lejanos, en los que la leche se compraba a las vaqueras que venían casa por casa ofreciendo el líquido preciado en sus lecheras de aluminio.
Era leche natural de vaca de su propiedad y que había que hervir para evitar su contaminación.
La madres tenían la horrorosa costumbre (ji ji) de guardar la nata que formaba la leche al cocer para los hijos, a los que en la mayoría de los casos nos producía un asco tremendo.
Te la daban con cuchara si estabas delgado o untada en pan con azúcar para merendar si tenías posibles y había nata y azúcar en cantidad para todos.
Hoy es muy complicado poder degustar la leche de verdad, de hecho se vende casi a escondidas. La última vez que la probé fue en Santillana del Mar (Cantabria), que la venden (vendían) en la calle, en vasitos de degustación.
Un sabor perdido en aras a la presunta salud, mientras nos meten cosas raras en los productos que nos venden, para que se conserven mejor o más tiempo.
Era leche natural de vaca de su propiedad y que había que hervir para evitar su contaminación.
La madres tenían la horrorosa costumbre (ji ji) de guardar la nata que formaba la leche al cocer para los hijos, a los que en la mayoría de los casos nos producía un asco tremendo.
Te la daban con cuchara si estabas delgado o untada en pan con azúcar para merendar si tenías posibles y había nata y azúcar en cantidad para todos.
Hoy es muy complicado poder degustar la leche de verdad, de hecho se vende casi a escondidas. La última vez que la probé fue en Santillana del Mar (Cantabria), que la venden (vendían) en la calle, en vasitos de degustación.
Un sabor perdido en aras a la presunta salud, mientras nos meten cosas raras en los productos que nos venden, para que se conserven mejor o más tiempo.