Los animales eran sacrificados cuando ya su edad les impedían ofrecer otros productos que no fueran sus carnes, y por eso los pucheros lentos y largos de cocción es la norma en muchas de las recetas rescatadas. Y las carnes eran en muchos casos señales de fiestas y celebraciones familiares, donde ya casi por obligación había que ofrecer lo que como norma no se tenía en la cocina. O también de acuerdos comerciales que se cerraban en el campo pero se terminaban sobre la mesa con vino y comida.
En los fríos de enero y febrero se mataba al cochino para aprovechar esos tiempos heladores que curan la carne sin pudrirla y daban la ocasión de hacer morcillas y embutidos que se oreaban al aire frío junto a los jamones, los lomos, o las carnes que se tenían que secar para que aguantasen en aceite o bien secas la mayor parte del tiempo.
Se decía: Berzas en un bancal, nabos en buen tornallo, y ya tienes para cenar medio año. (Tornallo es un trozo de huerto con el mismo producto sembrado). Y con cereales, vino y algo de grasa o manteca, según qué sitios aceite, legumbres secas, verduras del huerto, huevos y algunos frutos secos se iba pasando el mes, antes de coger carne de tu ganado. El pescado no existía en las tierras del interior más que como bacalao, congrio seco o sardinas de cubo.
Así que las noches en los pueblos aragoneses eran de sopas de ajo con sebo y pan viejo, a veces con huevo según las gallinas que se tuvieran, pues tras un día de campo había que calentar el cuerpo por dentro con fuego y sabor, y las sopas de pan además de ser contundentes y de fácil digestión, quitan el hambre y obligan a tomar líquidos.
En las comidas de día de fiesta, en esas comidas de calma en el hogar y no de tener que estar trabajando en el campo, se preparaban cocidos o potajes o “recaus” que eran lo mismo siendo en todos los pueblos únicos. Legumbres secas que se ponían a cocer junto a verduras, patatas, arroz o no, y algo de carne seca o de tocino o chorizo de olla, dependiendo de cada casa.
En la imagen podemos ver una garrancha, una pieza del hogar que servía para colgar carnes a secar o ahumar si se ponía junto al fuego del hogar. La parte de arriba a veces con grasa, y su forma con la pieza superior que otras veces era de madera e incluso con agujeros era para defender de los roedores y que no pudieran acceder a las carnes.