Hoy os traigo una curiosidad encontrada en Twitter sobre un cuento ruso que titulan "Las Gachas del Hacha" y que ha dejado Katia Ovchinnikova @CathyOvtch , aunque más que un cuento es una receta histórica. Creo que en términos más modernos, se podría hablar de “delegar tareas”, “dividir el trabajo en partes” o hacer el trabajo uniendo esfuerzos, y sobre todo, explorar la curiosidad, admitiendo que es un cuento casi universal pues hay referencias en muchas partes de medio mundo, desde Aragón y Cataluña a la citada Rusia pasando por Portugal o los países del Norte de Europa, desde la Sopa de Gachas de la Hacha a la Sopa de Piedras o a la Sopa de Clavos. Veamos sus explicaciones.
Un soldado ruso (o un vagabundo, o unos pastores, o unos aldeanos según países) estaba volviendo de la guerra. El camino era largo, estaba cansado y tenía hambre. Al llegar a un pueblo, pidió cobijo en una casa rica. Le abrió una anciana. Cuando el soldado le pidió algo de cenar, la anciana (que tenía de todo) dijo que no había nada para comer. Entonces, el soldado vio debajo de la mesa un hacha y dijo:
—Si no hay nada mejor, podemos hacer unas gachas del hacha.
La anciana se sorprendió: —Y eso, ¿cómo se hace?
—Ya verás, dame una olla
La anciana trajo la olla, el soldado lavó el hacha y la puso a hervir.
La anciana se quedó mirando, y el soldado empezó a remover el agua. Luego, lo probó con la cuchara.
La anciana se quedó mirando, y el soldado empezó a remover el agua. Luego, lo probó con la cuchara.
—¿Qué tal? - pregunta la anciana.
—Está a punto, - respondió el soldado, —qué pena que no podamos echarle un poco de sal.
—Sí que tengo sal, —dijo la anciana, muerta de curiosidad
El soldado echó la sal, y volvió a probar.
El soldado echó la sal, y volvió a probar.
—Ya está casi perfecta. Ojalá tuviera usted un poco de cereales para espesarla.
La anciana miró por los cajones y sacó un saco de cereales.
—Toma, echa lo que necesites.
El soldado echó los cereales y siguió cociendo, removiendo y probando.
—¡Qué buena está! —dijo el soldado, —solo echo en falta un poco de mantequilla.
Así que guardó el hacha en el saco, se despidió de la anciana y siguió su camino. Y así fue cómo el soldado pudo comer en una casa en la que “no había de nada”.
—¡Qué buena está! —dijo el soldado, —solo echo en falta un poco de mantequilla.
La anciana encontró también la mantequilla.
—Pues ya están las gachas del hacha, trae un poco de pan y podemos ponernos a comer, —dijo el soldado, contento.
—Nunca pensé que se puede hacer unas gachas tan buenas con un hacha —respondió la anciana.
—Nunca pensé que se puede hacer unas gachas tan buenas con un hacha —respondió la anciana.
Comieron, y la anciana le pregunta: —Pero soldado, ¿cuándo comeremos el hacha?
—Al final no se hizo bien, la tuvimos poco tiempo en el fuego —le dijo el soldado— por el camino la termino de cocer y me la tomo para desayunar.
Así que guardó el hacha en el saco, se despidió de la anciana y siguió su camino. Y así fue cómo el soldado pudo comer en una casa en la que “no había de nada”.