Es verdad que los cementerios están llenos de personas de grandes cenas, aunque no fallecieran tras una enorme y potente cena, sino por la acumulación de muchas cenas inoportunas. A veces hay mentes incluso médicas que nos advierten que esto es falso, por contra de otros doctores que insisten en que en las todas cenas cuidemos más que en ninguna otra comida el tipo de alimentos que tomamos y sobre todo la cantidad e incluso el horario. No debemos irnos a la cama y dejar que el cuerpo se dedique mientras duerme a su trabajo digestivo sin ayudarle.
Eso puede suponer un aumento de la glucosa en sangre que nunca es bueno. Había una persona muy conocida en España que en las dos últimas décadas de su duro trabajo siempre cenaba lo mismo con algún pequeño añadido: una tortilla francesa. No es infalible pues esta persona hay que decirlo, enfermó pronto, pero no por sus cenas sino posiblemente por su durísimo estrés, que esa es otra enfermedad que no se nota y también mata.
Así que la recomendación para la salud son las cenas suaves. Aquí arriba vemos un ejemplo, un pomelo con su jugo y unas pocas judías verdes rehogadas. ¿Es necesario más? Pues según a qué horario acudas a este tipo de cenas no. Hay muchas personas que tras cenar siempre se dan una vuelta por la calle, corta y redundante, pero fija y sin olvidarla como una costumbre sana. Estiras las piernas, estás de pie y eso facilita la digestión y el movimiento interno, gastas algo de energía, respiras bien sobre todo si sales a un parque, y llegas a casa más relajado.
Terminar de cenas unos productos grasos y copiosos, regados con alcohol variado y tras ello sentarte en el sofá a ver la televisión es un ejercicio maravilloso y muy recomendable para que se te joda la salud. Lo curioso es que no es doloroso hasta que ya no hay remedio ni marcha atrás. El colesterol, la glucosa y el sedentarismo a ciertas edades son tan mortales como un ladrillo encima de la cabeza desde un quinto piso.