La cocina oscense debido al contraste alimentario por altitudes y las influencias como la de la cocina vasco-bearnesa y la catalana occidental, en que reinan las cocas, los caracoles y los embutidos sin ajo, presenta un notable equilibrio: cuece pero también guisa, consume calabacín en occidente y berenjena en coca en Fraga, la unen platos tradicionales como las sopas escaldadas, las migas y los empanadicos, pero presenta platos fundamentales y guisotes bíblicos, a partir del recau de Binéfar, las salsas de caza al chocolate o los asados de ternasco y conejo enterrados de Monegros.
Carente de platos de pescado por motivos obvios, la excelente comunicación con el puerto de Donosti y camión diario hasta el Valle de Tena superior, el saber hacer de la cocina catalana, vasco-navarra y propia en el manejo del bacalao, así como la presencia de esturiones y truchas de piscifactoría está en la balanza.
Huesca: tierra de cruce, mestiza y proscrita, con alimentos de calidad emergentes e históricos y trufa o tomate enriquecido por el sabor a caliza. Qué decir de los vinos, pagos y fincas en que caben por clima cualquiera de los varietales del mundo en costeros soleados pero refrescados en verano por las brisas del Turbón y el bosque de San Juan de la Peña y sierra de Santo Domingo.
El saber alimentario oscense se está plasmando no únicamente en propuestas suntuarias, restaurantes reconocidos y premiados.
También en porciones más pequeñas, para no grandes comedores, amenas y asequibles en las que el territorio debería profundizar, presentando raciones breves de potajes con alimentos oscenses de calidad contrastada y las diversas elaboraciones a partir de ellos posibles, al margen de introducir las nuevas hornadas alimentarias del Alto Aragón.
Yo lo resumo en poder pedir un cuenco pequeño de garbanzos de Lierta y bróquil en la capital, refrescado por un helado de albahaca con sal maldon y a esparcir esa simiente.
Hoy toda la provincia y antes circunscrito a la ciudad de Huesca, están experimentando de veinte años a esta parte una recuperación del legado del cocinero binefarense Teodoro Bardají, liderada por Carmelo Bosque.
Hoy toda la provincia y antes circunscrito a la ciudad de Huesca, están experimentando de veinte años a esta parte una recuperación del legado del cocinero binefarense Teodoro Bardají, liderada por Carmelo Bosque.
Siendo, y ello asombra en Europa, Huesca es el territorio que en 2024 ha recibido más estrellas Michelín recibidas por habitante en el continente.
El efecto llamada, complementario al pireneísmo, turismo nival y clientela con posibles, además de por una diligente promoción de décadas de la Diputación a la que hoy está dando afortunada vuelta Zaragoza para convertirse en ciudad capital mundial de la garnacha, está destinando al territorio del norte de ser únicamente visitado para la práctica de deportes de montaña de invierno y verano o ciclismo de travesía, a establecerse como una meca gastronómica y del turismo patrimonial de interior que recibirá un nuevo espaldarazo de catalogarse dentro del Patrimonio de la Humanidad el castillo de Loarre.
Huesca ciudad ha venido optando en reiterados años y algún día lo materializará en recibir el nombramiento de capital gastronómica española. Hasta que ello suceda, uno de sus establecimientos especializados en tapas ha obtenido y mantenido estrella Michelín y, en el territorio, innovador equipo de restauración de Anciles (Benasque) se ha encumbrado con el premio nacional de tapas.
El premio revela que se ha pasado a comer muy bien no solo en Formigal, sino a pie de pista y de valle en la montaña oscense. Ello se traduce en que menos esquiadores bajen a comer a la Hoya de Huesca y el Somontano o Graus, con históricos establecimientos respecto de iniciativas novedosas pero no populares.
Entiendo como lunar que sí que quedaría pendiente laminar la pérdida de establecimientos tradicionales que han venido cerrando, especialmente en la capital de Jacetania y Sabiñánigo, especializados en tapas tradicionales. Esas que se encuentran todavía en plena efervescencia en Fraga, Alcolea de Cinca o Binéfar pero más al norte se aprecia cierta crisis de empresariado, de relevo generacional.
Entre los encuentros anuales relacionados con las tapas, sobresalen en mi opinión los que intercambian experiencias y cultura gastronómica con los Pirineos norte de Jaca y Sabiñánigo, las suministradas en la Feria de la Cereza de Bolea, el específico y descollante que aprovecha la histórica Feria de San Medardo de Benabarre, la feria de Biescas de octubre en que participan todas las queserías aragonesas, el almuerzo de la feria de Colungo o de la Festa del Tosino de Albelda, las iniciativas de la Denominación de Origen del Somontano para el maridaje de sus vinos con tapas o las ferias de Sobrarbe de vinos y cervezas artesanas y de la ternera de Broto y latón de la Fueva como protagonistas.
20.01 Luis Iribarren
El efecto llamada, complementario al pireneísmo, turismo nival y clientela con posibles, además de por una diligente promoción de décadas de la Diputación a la que hoy está dando afortunada vuelta Zaragoza para convertirse en ciudad capital mundial de la garnacha, está destinando al territorio del norte de ser únicamente visitado para la práctica de deportes de montaña de invierno y verano o ciclismo de travesía, a establecerse como una meca gastronómica y del turismo patrimonial de interior que recibirá un nuevo espaldarazo de catalogarse dentro del Patrimonio de la Humanidad el castillo de Loarre.
Huesca ciudad ha venido optando en reiterados años y algún día lo materializará en recibir el nombramiento de capital gastronómica española. Hasta que ello suceda, uno de sus establecimientos especializados en tapas ha obtenido y mantenido estrella Michelín y, en el territorio, innovador equipo de restauración de Anciles (Benasque) se ha encumbrado con el premio nacional de tapas.
El premio revela que se ha pasado a comer muy bien no solo en Formigal, sino a pie de pista y de valle en la montaña oscense. Ello se traduce en que menos esquiadores bajen a comer a la Hoya de Huesca y el Somontano o Graus, con históricos establecimientos respecto de iniciativas novedosas pero no populares.
Entiendo como lunar que sí que quedaría pendiente laminar la pérdida de establecimientos tradicionales que han venido cerrando, especialmente en la capital de Jacetania y Sabiñánigo, especializados en tapas tradicionales. Esas que se encuentran todavía en plena efervescencia en Fraga, Alcolea de Cinca o Binéfar pero más al norte se aprecia cierta crisis de empresariado, de relevo generacional.
Entre los encuentros anuales relacionados con las tapas, sobresalen en mi opinión los que intercambian experiencias y cultura gastronómica con los Pirineos norte de Jaca y Sabiñánigo, las suministradas en la Feria de la Cereza de Bolea, el específico y descollante que aprovecha la histórica Feria de San Medardo de Benabarre, la feria de Biescas de octubre en que participan todas las queserías aragonesas, el almuerzo de la feria de Colungo o de la Festa del Tosino de Albelda, las iniciativas de la Denominación de Origen del Somontano para el maridaje de sus vinos con tapas o las ferias de Sobrarbe de vinos y cervezas artesanas y de la ternera de Broto y latón de la Fueva como protagonistas.
20.01 Luis Iribarren