En la zona de Croacia se ha encontrado rastros del queso más antiguo conocido, con más de 7.000 años de antigüedad, pegados restos en unas vasijas de cerámica muy curiosa sobre las que se hacían mezclas de leche con otros productos, lo que nos indica que hace miles de años ya se empleaba la fermentación de la leche para conservarla y crear productos nuevos.
Y también nos indican que en esa época ya se tenían conocimientos de ganadería y por ello de sedentarismo y de posiblemente estructuras de poblados, ciudades y comercios.
Se conocía la existencia del uso de la leche animal por humanos desde hace unos 7.700 años, pero no de la fermentación de la misma, cuyos restos más antiguos databan de hace unos 4.000 años.
Lo curioso es que se sabe que los adultos eran intolerantes a la lactosa, pero no así los niños hasta su pubertad. Darles leches animales a los niños suponía un paso más en la libertad de la mujer para poder trabajar posiblemente en el campo, pero también para acortar los tiempos entre embarazos o cuidar de los niños si morían las madres en los partos.
Hay que tener en cuenta que al fermentar la leche para formar quesos o yogures, se reduce la lactosa lo que posibilita que se pueda tomar leche durante más años a las personas que entonces eran intolerantes por el propio crecimiento.